Alimentandose a pan y agua. (priv. Françoise y Arthur)

Arthur estaba sentada en una mesa larga, cerca de uno de los extremos. A su alrededor otros integrantes del circo comían mientras conversaban entre sí. La entrada se abría cada cierto tanto y dejaba entrar la luz solar por unos instantes, antes de que volviesen a un ambiente de luz suave, aquella que traspasaba la tela que servía de techo al comedor y le daba al suelo un curioso mosaico, donde se reflejaban los colores blanco y rojo de la tela. Tenía un plato frente suyo y el inglés lo revolvía desanimado con el tenedor, sin decidirse a probarlo. Por primera vez en su vida consideraba la comida de mal gusto, a pesar de que a su alrededor otros opinasen distinto. Tenía el presentoimiento de que el plato que tenía enfrente suyo era una broma del personal. Pensó si acaso no sería mejor cocinar algo él, o pasar hambre ese día. Siempre podía mendigarle comida a los que se preparaban el almuerzo en sus propias cabañas.
- Seguro que sus compañeros se quedaron a cuidarla exclusivamente para que les cocinara. - el británico de ojos verdes apenas movio los labios, por lo que el sonido más pareció un gruñido de su rostro desanimado.
Un par de horas antes había dejado a la francesa en su cabaña al cuidado de sus amigos, y aunque quiso acompañarla, un llamado de sus superiores se lo impidió. Cuando se desocupo ya era la hora del almuerzo y tenía hambre, razones por las que se dirigió directamente a ese recinto. Le sorprendía que ese lugar fuese tan concurrido y alegre. Todos los habitantes del circo, sin importar su oficio o sección, se sentaban en esas largas mesas para discutir, conversar o quejarse con sus amigos. los primeros en llegar posicionaban las mesas y las sillas, sin que nadie los obligase a hacerlo. Quienes llegaban después, aportaban siempre con algún contrabando conseguido, ya fuese a traves de los comerciantes o en una escapada a la ciudad.
Seguro de que tendría que comer solo, miraba su plato mientras lo revolvía. Al alcanze de su mano tenía un vaso de agua y un plato pequeño con un poco de ensalada y un pan no demasiado fresco. No intentó descifrar los sonidos de su alrededor ni los gritos de quienes se invitaban a almorzar juntos. Distraido, se llevó por fin el tenedor a la boca, un tanto espectante, deseando que le hubiese tocado una parte no quemada ni arruinada a propósito por los cocineros. Estaba seguro de que en aquel circo todos se desquitaban de sus vidas de algún modo, y que el modo en que lo hacían los cocineros era cocinando mal. El tenedor no alcanzó a llegar a su boca.

Pudo escapar de la cabaña cuando hubo preparado algo bueno de comer. Su rodilla dolía enormemente, pero el dolor nunca fue un impedimento para salir saltando en un pie de la cabaña, a hurtadillas, e intentar llegar al lugar en el que todos los demás comían. Así entró, y pasó desapercibida entre las muchas personas que hablaban acerca de actos, de comida, de comer juntos. Al fin encontró a quién buscaba, en el extremo de una de las mesas, mirando distraído hacia cualquier parte, y llevándose un tenedor con comida, al parecer no demasiado bien hecha, a los labios.

Con un suspiro, detuvo el tenedor antes de que llegara a su destino, sosteniéndolo firmemente entre sus dedos. ¿Cómo iba a dejar que el británico comiera algo con ese aspecto? Realmente debía ser comida inglesa, o escocesa, pero parecía horrenda, y no iba a dejar que Arthur comiera eso sabiendo que ella podía preparar cosas mucho mejores.

- Realmente no entiendo por qué no comiste en mi cabaña. Preparé un boef bourgion que nadie podría rechazar... - Y dicho esto, observó el pan, lo tomó y le dedicó una mordida un poco amplia. - Hmm... Supongo que aún quieres tu pan~.

Era notorio que no había comido nada antes de salir, pues parecía llevar un apetito algo voraz encima. Seguro no había querido comer sin el británico en la mesa, y principalmente por eso se habría escapado de la cabaña.

Mientras la francesa mordía el pan, su atención se dividía entre el tenedor aún suspendido ante su boca y el pan que la mujer tenía. No era que ella no le importace, pero dejando de lado el omelett que había comido la noche anterior y unas manzanas (?) que encontró tiradas, aún verdes y que rolló (¿de roer?) sin mucho ánimo, no había comido nada que pudiese ser designado como comida. Un movimiento debajo de su nariz le llamó la atención, por instinto, hacia su aparentemente quieto plato. "Juraría que se movió" Cuando dirigió nuevamente su mirada de poker a la francesa, descubrió que a su pan, la única parte degustable del menú, le faltaba un pedazo. Abrió la boca en lo que podía ser interpretado como un intento por tomar la palabra, descubriendo que la tenía seca. Alargó una mano y tomó el vaso de agua que estaba en el sector intermedio entre su plato, y el centro propiamente dicho de la mesa. Antes de llevarselo a los labios lamió estos, notando como su piel se pegaba a la lengua y de algún modo, era arrastrada brevemente por ésta. Sin dejar de mirar a la chica en ningún momento, apoyó el vaso en su labio inferior y se los mojó con el contenido líquido. Luego bebió. Deposito el vaso sobre la mesa y se dió cuenta de cuanto necesitaban sus neuronas aquel compuesto vital, pues ahora se daba cuenta que la rubia llevaba cerca de un minuto esperando una respuesta.
- ¿Q-qué dijiste? -sus ojos abandonaron esa mirada ausente para regresar a la realidad con un poco de preocupación. ¿Le habían dicho algo importante? Con un gesto, agitando la mano en movimientos cortos, con una leve inclinación diagonal, como si espantara moscas, invitó a la parisina a sentarse a su lado, distrayendo su atención para, de un mordisco, atrapar el tenedor flotante. Retiró el trozo de budín que éste contenía, sin embargo, antes de que pudiera mascar, el sabor amargo y la textura viscosa le detuieron la mandíbula en su estado más bajo, intentando alejar la comida lo más posible de su paladar.

Plácidamente se sentó en la silla ofrecida, con el pan en la mano y una ceja levemente alzada. Sonrió entonces, sus labios rojos destacaban por sobre la masa horneada y un poco dura que constituía el pan. Observó así, sonriente, al británico, mientras se daba un poco de tiempo para contestar cruzando las piernas bajo la mesa.

- Decía que quizás te hubiese gustado mucho más comer con nosotros en la cabaña. Preparé un boef bourgion y está délicieux~ - Suspiró, apoyando su barbilla de modo nada elegante sobre la mesa, y balanceando su cuerpo y su cabeza para adquirir una posición medianamente cómoda.

Dejó el pan frente a sí misma y lo mordió sin hacer uso ni de sus dedos ni de sus manos. Permaneció en esa posición, mirando desde abajo al británico y su reacción al comer.

- Eso no está nada bueno... - Comentó, señalando el budín que probaba el inglés. - Aún puedes arrepentirte y dejar la elegancia de lado por un minuto en el que alcances a devolverlo al plato, chéri~ - Su sonrisa se amplió rápidamente, al tiempo que también sus ojos se cerraban, alegres.

Luego, simplemente, recostó su cabeza con un suspiro rápido sobre la mesa, intentando morder un poco más el pan con delicadeza. La masa se le hacía dura y difícil de comer en una posición como la que había adoptado, pero, en fin, ¡era todo un reto! Una de sus manos bajó hacia sus piernas, y se estiró hasta rozar una de las rodillas ajenas, disimulando con los ojos cerrados y los labios sobre aquella masa horneada no tan deliciosa como ella habría podido hacerla. Buscaba causar alguna reacción en el británico, quizás hacer que se sonrojara, pero más que nada, que cambiara su rostro un tanto inexpresivo por unos momentos. Alzó levemente la mirada para verle mientras sus dedos avanzaban lentamente por sobre los pantalones del inglés.

¿Era una broma? Estaba en la peor situación posible, el sabor y olor del budín le inundaba completamente y su boca salivaba. La parisina parecía disfrutar con su incomodidad, ¡si hasta se daba la libertad de jugar! ¡De jugar con su pan! El no pensaba dejarse vencer por aquella odiosa sugerencia, por mucho que la hubiese abrazado riendo por cuenta propia, simplemente su orgullo se lo impedía. Intentó tragar la desagradable masa pero su esófago se cerró involuntariamente. " ¿Cómo es posible que los demás no tengan reparo en comer?" En las demás mesas los circenses y vendedores comían sin señales de disgusto, exceptuando a unos cuantos pocos, que como él, y ahora lo notaba ya que para retrasar más la deglución se distraía con su entorno, daban arcadas o se levantaban y salían de la carpa (?). El inglés miró la posé en que la francesa jugueteaba con su pan cuando sintió un tacto suave en su rodilla, que confundió con un simple roce. Cuando el tacto recorrió su pierna buscó una explicación, pero el rostro de la mujer no se veía en nada alterado. "No puede ser ella ¿o sí? Por favor que pare, si sigue así yo...ah" El mago imaginó la sensación de esas manos, incordiando su paciencia y su frivolidad. Un pensamiento llevó a otro, las manos de Françoise le daban la idea de Françoise como persona... eso era malo, si ella actuaba a conciencia y continuaba su camino, si tenía fineza en el sentir táctil y descubría que... Tomó de un manotón el agua y bebió un trago, con el que se deciso de su primer problema. Encorbó un poco la espalda, imperceptiblemente, retiró unos milímetros su pierna pues si se trataba de un simple roce ésto bastaría para acabar con él, y redirigió su atención a la aparentemente distraída francesa.
- Françoise, ¿nos vamos? - Si las cosas se ponían serías en su gráfica imaginación, se escondería en el baño y saldría victorioso ante esa francesa parisina.

Sus dedos siguieron avanzando suavemente sobre la tela del pantalón del británico, y luego su mano completa se posó en ella, avanzando poco a poco, mientras su rostro simulaba estar bastante distraída con el pan. Apenas sintió que aquel roce era cortado por el inglés, volvió a intentarlo, esta vez ladeando un poco el cuerpo hacia el británico para facilitar las cosas y comenzar un poco más arriba. Suspiró, haciendo círculos mientras subía antes de mirar al mago con una mirada triste, aunque despreocupada. Balanceó sus pies en la silla, aprovechando que ésta era lo suficientemente alta como para suspender sus pies si alzaba tan sólo un poco sus piernas, y así distraerse un poco con algo que no le hiciera pensar en tentar al británico, pues si sus pensamientos se volcaban completamente en aquello, ya no podría simular que nada ocurría.

- ¿Por qué tendríamos que irnos~? Estoy disfrutando este pan, y al parecer tú también disfrutas de tu comida, Arthur~ - Su voz mostraba la mayor tranquilidad que podía sin ser forzada. Realmente estaba muy serena, y parecía que ni siquiera su imaginación podría sacarla de ese estado de distracción tan bien elaborado.

Sonrió, sin hacerle mayor caso al británico y siguió avanzando con lentitud, dejando que sus uñas fueran las que recorrieran la tela sobre el muslo firme del inglés... Poco faltaba para rozar algo más importante y también indiscreto, de aquello dependía que siguiera o no balanceando sus piernas con aquel ritmo despreocupado bajo la mesa. Sus ojos se devolvieron a la masa dura y poco apetitosa del pan, pero sin dudarlo volvió a morderlo.

Eso escapaba de su control, es decir ¿cuánto tiempo llevaba sin ser tocado así? Desde antes de entrar al circo. Había visitado cabarets, pero su abstinencia se prolongaba desde la última noche pasada con su ex bajista y su lujuria sólo se había visto sasiada por las revistas que guardaba en su bolso, ojeadas mil veces pues no había conseguido nuevas. Un escalofrío le recorrió el cuerpo partiendo por ese bulto que comenzaba a marcarse en sus pantalones. "Maldición, ¿Por qué lino? Es demasiado delgado." Su desesperación creció cuando las uñas de Françoise estaban a pocos sentimetros del ya mencionado bulto. Sentía la cara caliente y sus orejas estaban rojas. Se pregunto cómo era posible que nadie notara el juego de la mujer hasta que se dió cuenta que el mantel gris claro tapaba perfectamente su mano. Apretaba el vaso con fuerza y se lo llevó a los labios, donde disimuladamente lo dejó vertir su líquido por su menton y cuello, para que lo calmasen un poco. Sintió el agua fría deslizarse por su pecho y llegar tibia hasta su ombligo. Se pregunto si la mujer habrá notado su acción. inclinó más el vaso y permitió que el agua corriera más abundante y rápida por el mismo camino, cerrando los ojos para evitar la mirada de la francesa.

Suspiró antes de sonreír, observando al británico y sus acciones, de reojo. Se mordió con fuerza el labio inferior al tiempo que las yemas de sus dedos se encontraban con algo que salía de lo normal. Podía sentir la excitación del inglés, algo que hizo que soltara un nuevo suspiro, esta vez quizás más fuerte y audible, pero no por preocupación o algo de ese tipo. Para nada. Esta vez se trataba de un suspiro de placer, cercano al gemido, que parecía dejar escapar un poco de su imaginación. Sus piernas se habían detenido completamente, y lo único que se movía en su cuerpo era su mano, dejando que sus dedos encontraran el bulto bastante resaltable en el cuerpo del inglés. Ladeó un poco más el cuerpo, corriendo esta vez algo de peligro si es que llegaba a perder el equilibrio, mas esto parecía tan posible como imposible. Sus labios se adaptaron a una sonrisa que no era para nada inocente, mientras sus ojos se elevaban hacia el rostro del británico, para entonces entrecerrarse rápidamente, coquetos.

- Tal parece que alguien se está poniendo muy nervioso aquí~ - Su mirada distó mucho de ser distraída e inocente ahora. - Nunca había visto a un hombre mojarse de esa forma. - Sonrió más despreocupada, presionando levemente con su mano el bulto que se formaba bajo la tela del pantalón del mago, y señalando el agua que le corría, transparente, por el cuello.

-Por favor, detente.-Al verse descubierto, el inglés sólo podía rogar, en especial ahora que la mano de Françoise lo presionaba levemente y que su actitud de indiferencia inocente había cambiado. Su cuerpo reaccionaba sin pedirle permiso y la forma bajo el cierre de su pantalón se endurecía cada vez que la francesa movía tan suavemente sus manos, más por acción de su imaginación que por el mero tacto en sí, pues al ser tan suave era más insinuante.
-Por favor, alguien nos verá.- Tomó el pan dejado (?) por la rubia y se lo llevó a la boca, únicamente con la intención de morderlo y mantener su boca ocupada con algo. Movió su cadera intentando alejarse de la chica, pero se acercaba peligrosamente al borde de la banca.

Sus dedos recorrieron casi a gusto el bulto formado en el pantalón del británico, y sus ojos se posaron divertidos en el rostro de Arthur. Sonrió algo más infantil esta vez, mientras buscaba presionar con un poco más de fuerza aquel sector sensible del cuerpo ajeno. Su mirada lucía más extraña, como si le fuera irresistible reír frente a una situación como esa, y era notorio que estaba conteniendo sus carcajadas.

- A decir verdad, me gustaría saber qué pasaría... Hasta dónde llegaré si continúo~ - Su mirada pasó a ser totalmente pervertida de un momento a otro. - Nadie nos verá, me he preocupado de ocultar bien lo que estoy haciendo. - Agregó luego, guiñándole el ojo mientras presionaba un poco más fuerte. Si tenía suerte le arrancaría al menos un suspiro bastante fuerte.

Parpadeó con delicadeza, acercándose un poco más, moviendo la silla en la que estaba sentada con sus pies para poder alcanzarle con total calma. Un momento como ese no podía interrumpirse, y aunque parecía que al británico le desagradaba, ella sabía perfectamente cómo hacer que los hombres cayeran en sus redes incluso a la fuerza, si así era necesario, y estaba segura de que en el fondo el inglés lo estaría disfrutando.

Se mordió el labio con fuerza y desistió. Así no llegaría a ningún lado. Hizo una mueca dramática antes de levantarse mirando casi con insolencia al inglés, antes de acercársele un poco más y empujarle con suavidad por los hombros. Sonrió inconscientemente y pasó una pierna por sobre las del británico, mientras se levantaba un poco la falda hasta las rodillas. Luego dejó que el encaje de su vestido reposara sobre los muslos del mago, para después dejar su propio peso sobre las piernas masculinas, sentándose sobre ellas y acercándose un poco más al inglés. Su cabello rozó la mejilla ajena y sus labios besaron el oído del joven de ojos verdes.

- ¿Prefieres entonces que haga esto y todos nos vean, chéri~? - Susurró al oído del británico, abrazándolo por los hombros con delicadeza, para luego morder suavemente su lóbulo.

El peso de la mujer paso suavemente a descansar sobre sus piernas. Por muy liviana que fuese la francesa, su circulación sanguínea era interrumpida y eso le provocaba un dolor leve que con el tiempo mutaría en un hormigueo. Su cuerpo entero se estremeció de una manera que la chica obviamente sentiría ante el aborde abrumador del que fue objeto. Cuando ella había retirado su mano pensó que lo dejaría en paz, dándose cuenta ahora de cuan errado estaba. Los pequeños roces en su cara, mas sensible ahora que al inicio de su almuerzo, no lograron advertirlo de las palabras de la francesa no de que esta mordiese sus ardientes orejas. Únicamente con la intención de dominar la situación, hablo sin pensar.
-Françoise, deja de actuar como una prostituta. Hazlo por mi, te lo ruego.- el tono del ingles sugería un estallido de llanto o como mínimo un ataque nervioso. Sonaba abatido, triste. El quería a la mujer, pero si la quería como novia quería hacerlo por el buen camino. Tampoco la quería como una amiga sexual, estaba harto de ello. Allí estaba ella, tan seductora para con el y aun así sentía que no deseaba eso, al menos no en ese momento.

Frunciendo el ceño casi amargada, se levantó y empujó la mesa a una distancia prudente, lentamente, para salir de allí. Una vez que se hubo alejado de él algunos pasos, se rascó la cabeza, bajando la mirada, y suspiró. Un suspiro que más que eso dejaba escapar algo de quejido doloroso. Otra vez los recuerdos volvían a su mente. No quería portarse de ese modo tan vulgar con el inglés, pero bien... Sabía que a los hombres les gustaba aquello, y nunca había tratado con un hombre al que no le gustara tener relaciones de ese tipo con ella. Nunca había sentido amor verdadero, y que el británico no quisiera era algo que la confundía bastante.

- Es la segunda vez que te lo pido... No pronuncies palabras como esas frente a mí. ¡Me lastimas, sacrebleu! - Sus ojos se llenaron rápidamente de un brillo inconfundible; las lágrimas ya asomaban a su rostro.

Frunció un poco más el ceño, temblorosa, y se devolvió por donde había venido, chocando contra algunos acróbatas que conversaban acerca del almuerzo. No le importó, y no se detuvo hasta atravesar el lugar completamente, hacia la salida. Sólo entonces se desbordaron las primeras lágrimas.

Como si soñara, una barrera se creo entre los dos. El inglés no reaccionó hasta que la francesa le dirigió la palabra. Aún así, sentía demasiado aturdimiento como para hacer nada. Por un lado estaba su cuerpo que le exigía las caricias prometidas, deseadas, perdidas; le recriminaba no haber aprovechado aquella oportunidad."Si hubiese sido cualquier otra me habría dejado seducir encantado. No, también me habría dejado seducir por ella, pero no aquí en el sitio más concurrido que podía hallar. Será que no tiene pudor alguno. Y yo, que vergüenz.- para cuando Arthur detuvo su fluir de pensamientos, Françoise estaba en la salida. Detrás suyo un grupo de circenses la miraban, incluso notabase en el pasillo formado por mesas que la rubia de ojos morados atravesó, un cese en los cotilleos. El mago se levanto y la siguió, pero al salir no la vio. Un leve aroma frutal desaparecía en el aire y el hechicero usó uno de los pocos conocimientos de las auras. A sólo cincuenta centímetros de donde él estaba parado la fuerte, insistente y un poco arrogante aura del ángel francés se mantenía constante, a pesar de que personas irrespetuosas, que para el británico no representaban meras auras transparentes, pendientes de lo que haría, o tal ves del lugar al que querían llegar. O sea, personas con un día cotidiano. Lo normal era que la presencia de alguien se desvaneciese al irse este alguien, a menos de que algo importante hubiese ocurrido. El joven de ojos verdes intentaba descubrir que derroche de sentimentalismo marcó tan fuertemente ese lugar. Tristeza, enojo, vergüenza eran las únicas que el cerrado chico logró etiquetar en el sentir del aura y en el semblante que logró ver en ella. La gente comenzó a salir de la carpa para iniciar las horas de práctica, borrando el rastro de Françoise. Los serios ojos verdes parecían molestos y concentrados.
Arthur se dirigió a un sector desierto para practicar sus trucos de fuego.