Dark World Circus Hetalia
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A quien le quede el sayo, que se lo ponga ( priv Arthur y Françoise)

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Mensaje  Françoise Bonnefoy Dom Ago 21, 2011 12:37 pm

Sus ojos se entrecerraron al sentir el tacto ajeno en sus labios, y éstos últimos cedieron ante el británico. Su pecho se apegó un poco más al del inglés, y sus piernas buscaron rodearle sin ser aprisionadoras. Sus dedos se enredaron en los cabellos opacos del otro, y su boca siguió buscando un poco más, queriendo que ese beso no se cortara. Entonces sus ojos se cerraron completamente, con suavidad, como si ese movimiento tan suave fuese a afectarlos en algo. Sus labios retuvieron el labio inferior de Arthur, saboréandolo y buscando morderle con muchísima delicadeza. Jaló de éste con cuidado entonces, y volvió a besarle como al principio. Su respiración fue agitada, sus manos presionaron de forma apenas perceptible los cabellos del joven, y el frenesí de su sangre convirtió el beso, al menos por su parte, en un acto más bien devorador, como si los labios de Arthur no fueran más que su jugosa, húmeda, fruta favorita: la fresa.
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Mensaje  Arthur Kirkland Dom Ago 21, 2011 3:00 pm

Quiere detener el beso para decirle a la francesa que siente lo mismo, pero prefiere dejarlo para después. Disfruto el beso, pero luego de que la chica se separase un instante para volverlo a besar, aleja su rostro unos cuantos centímetros para detenerla. Sostiene su mejilla y luego cuela sus brazos por debajo del traje de mago, buscando calor y contacto. El viento a enfriado el ambiente y él, al vestir sólo una polera, lo siente plenamente. Apoya su mejilla debajo del pecho de la chica, empujando un poco hacia adelante. Continúa acuclillado y la cabeza femenina se encuentra ahora varios centímetros por sobre la suya. No habló, las palabras ya habían sido dichas, únicamente se acurrucaba, sus brazos delgados y descubiertos rodeaban la espalda de la gabacha. Estornudó.

-Es extraño- sonrió, a pesar de que desde donde estaba, Françoise no podría verlo. Su voz calmada prosiguió- El vibrar en mi interior me abandonó.- Volvió a estornudar. Su cuerpo comenzó a temblar a pesar de la cercanía de la mujer y un ojo le lagrimeó por los estornudos. Un resfrió, tal como supo que le sucedería tarde o temprano. Y uno fuerte, para peor. De haberselo permitido habría pensado en abrigarse con cualquiera de las prendas que lo rodeaban, pero su a mente sólo le interesaba ese momento y que no acabara. Estaba feliz, a pesar de que su frente comenzaba a aumentar su temperatura. Pero la rubia no podría notarlo a menos que le tocase la frente, y el deseaba que no lo hiciese.

Se acordó de su hámster y se preguntó donde estaría. "Of course, in my pocket" Metió su mano en el bolsillo del traje que abrigaba a la de ojos morados y lo sacó. El pequeño roedor dormía plácidamente. Se lo acercó al pecho y sintió su pelaje.
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Mensaje  Françoise Bonnefoy Dom Ago 21, 2011 4:16 pm

Ante los estornudos del inglés, suspiró, y se quitó el traje de los hombros, dejándolo caer sobre los del británico, para luego arroparlo cuidadosamente con él. Ni siquiera había notado que éste sostenía en su mano un pequeño hámster, y apenas logró darse cuenta luego, mientras lo arropaba con el traje.

- No es bueno que pases frío en un lugar como éste... No quiero que te enfermes de gravedad y te pase algo malo... - Con estas palabras quiso justificar sus acciones, y luego fue ella quién lo abrazó, manteniendo el calor entre sus cuerpos, y más bien, buscando traspasar el calor de su cuerpo al ajeno. Entonces señaló el animal en la mano de Arthur. - ¿Una mascota~? - Alzó una ceja al tiempo que sonreía comprensiva. Su mano se dirigió después a la frente del británico, a la propia, y luego de vuelta a la del otro. Suspiró hondo. - Arthur... No debiste preocuparte tanto por mí...

No, ella no estaba acostumbrada al frío de Inglaterra, pero al menos podía recorrer todo el circo y los exteriores, descalza, y sin enfermarse. Sus pies se estaban adecuando al clima, al suelo, al barro y al hielo. Tenía suerte de ser saludable, aunque sabía que el caso no habría sido igual si se hubiese encontrado en Rusia o Alaska. Sonrió inconscientemente.
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Mensaje  Arthur Kirkland Jue Ago 25, 2011 3:41 pm

Sintió como le tocaban la frente y se asustó, ¿notarían su fiebre? ¿Acabaría ese momento tan especial por una nimiedad como un ligero problema de salud? En sus manos Palta se peinaba el pelaje, moviendo su cabecilla como diciéndole “sí”. Ahora que la capa lo tapaba, la corriente de viento no lo afectaba directamente, razón por la cual pensó que podría permanecer perfectamente bien y animado mientras la tormenta amainaba. Un tercer ¿o ya era cuarto? Bueno, un nuevo relámpago cruzaba el cielo, dándole una idea.

- Sí, se llama Palta. Solía tener un conejo, era blanco y sus orejas negras, pero murió hace muchos años y ahora cuido de este pequeño roedor.- Miró con cariño al hámster, quién le entregaba un poco de su calor corporal.

Ocultó su mano libre entre los pliegues de la vestimenta, alejada del área visual francesa, y prendió una pequeña llama con la que calentarse sin preocupar a la mujer. Pero casi se echa a llorar cuando sintió su temperatura.

- Me siento muy bien contigo a mi lado. Más pareciera que tú te preocupas en demasía por mí.- Disfrazando con una sonrisa un ataque de tos, se acercaba la llama al cuerpo, preocupado. “Are you kidding me?” Incluso ante la obviedad de los hechos, se negaba a separarse de la esperanza de ese intento de calor. Pasado el efecto conciliador de aquellos entes benéficos, su hambre le roía el estómago nuevamente, dándole algo nuevo en que pensar, pero no lo suficientemente distractor para su mente pesimista. “ How is this posible? Recién, si bien no dañaba a nadie, su temperatura era tibia, incluso agradable, aunque inusual. Y ahora, cuando necesito calor, vuelve a la normalidad. Esto podría congelar un lago, demons.” El mago maldecía internamente esos cambios tan extraños, a los que todavía no les encontraba una explicación razonable. La atribuía a un deseo lujurioso, pero no a un estado emocional en específico. El que la francesa fuese el objeto de tal deseo no lo consideraba como un puente para unir ese descontrol con su enamoramiento. Los consideraba tema aparte; al enamorarse su deseo se acrecentó- reconozcámoslo, no digamos que antes no existió.- y éste último provocaba esa rebelión en su magia. Simplemente no se daba cuenta que el proceso se inició antes, con ese suave aroma frutal, con ese suave aroma floral, con ese suave aroma de Françoise.

- I feel good, really. But, can you close the door? It´s a little cold here. Su voz sonó suave, adolorida. Se sorprendió de que la pregunta sonase tan lastimera, ¿Qué le sucedía a su cuerpo? Frío, hambre, un resfrío y dolor muscular, todo perfectamente aplasable si lograba mantener el gesto símbolo del circo frente a la rubia. Dejó que la francesa se distrajese para arroparse mejor mientras se aclaraba la garganta. Quería un beso, deseaba un mimo, ahora más que antes.
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Mensaje  Françoise Bonnefoy Sáb Ago 27, 2011 9:59 pm

- ¿Palta~? Me parece un nombre gracioso~ -Sonrió Françoise, acariciando cuidadosamente la cabecita del roedor, dirigiendo con cierta timidez su mirada a los ojos del británico. Bien podía perderse en esos ojos por el resto de su vida. - Mmm... Es terrible perder una mascota. - Recordó nostálgica a su potro, aquel de crin negra y pelaje brillante, de color café, y sangre tan pura... En el momento en el que había abandonado su hogar, había también abandonado a su mascota, su mejor amigo.

Observó con un sonrojo suave en sus mejillas la sonrisa del británico, oyendo atentamente sus palabras. No evitó sonreír también.

- Para mí no es ninguna molestia. Es más, creo que necesitas de mi cuidado... - Suspiró brevemente, risueña, para luego acariciarle la mejilla con ternura. - Sinceramente, no quiero que te enfermes... ¿Qué sería de mí en este lugar si tú no estás...? - Sintió lo estúpido que eso sonaba, pero... ¿Qué podía hacer? Después de todo, era verdad, era lo que sentía. Ante la siguiente intervención del inglés, la francesa se levantó y caminó hasta la puerta. La cerró cuidando de no hacer ruido antes de retornar a su ubicación frente al británico. Una vez allí, acarició la barbilla del más joven, y se acercó un poco más a él, hasta besarle la mejilla. Bajó con besos húmedos por la piel de su rostro, buscando sus labios con calma.

- Me gustaría que... Si te enfermas... Yo también lo haga. - Se relamió los labios antes de posarlos sobre los ajenos, esperando alguna reacción del británico que le permitiese continuar o que rechazara su húmeda oferta.
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Mensaje  Arthur Kirkland Jue Sep 01, 2011 6:03 pm

Sintió el bajar de los labios ajenos por su mejilla como un rio frío en un desierto. Esos labios húmedos que sentía sobre los suyos le daban un frescor indescriptiblemente grato que duró unos breves segundos, antes de que su cuerpo afiebrado calentase el contacto, atibiándolos. Contestó a ese beso torpemente, sin pensar. Al final, antes de darle tiempo a la francesa de responder, deslizó su rostro por el de ella, hasta llegar a su cuello y allí se re3fugió, sin poder hacer, decir o pensar nada. Su espalda ardía al igual que su frente. Sus gemas se ocultaron tras sus cortinas pálidas.

En esta posición esperó a que la lluvia pasase. Intentó contar los relampagos, pero cada vez le costaba más recordar el número en que quedaba anteriormente. Creyó sentir un abrazo, mientras en su mano sujetaba tiernamente a su hámster, sin apretar demasiado. En algún momento su mano tocó el suelo y no pudo sujetar más el agarre, pero no razonó para notar que el animalillo ya no estaba allí. Recordaba palabras salidas de su boca, pero nada en concreto. El peso del traje de mago le arrebataba el calor, formando una especie de escudo a sus espaldas de calor que no lo ayudaba en nada.

Una sed comenzó a invadirle cuando su saliva comenzó a espesar. El hambre ya era un recordatorio lejano en su estómago y el frío ya no le importaba. En la espalda, a la altura de los pulmones, sentía una presión.

Cuando la fiebre bajo, se vió acostado en una cama. La luz débil de la lampara del cuarto de utilería era destronada por la de una lámpara encendida a su costado, cuya pantalla evitaba que la luz le lastimase los ojos. No supo en que momento abandonó la habitación en que se guardaban los ropajes del circo. No recordaba haber caminado hasta allí. No sabía donde estaba. En un momento la lluvia, que parecía haber disminuido, comenzó a golpear nueva e intensamente contra el vidrió de la ventana que tenía enfrente. No pensó en la vida delicada de aquel roedos que le pertenecía ni se dió cuenta que éste había escapado de su mano hacía rato.

Pero recordaba un aroma. Un aroma entre los que se distinguía el de la pera, su fruta preferida.

-Françoisse...-

Volvió a dormirse entre el rugir de la tormenta y esas sábanas blancas, blancura conservada "a pesar de todas las adversidades"
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Mensaje  Françoise Bonnefoy Miér Sep 07, 2011 1:35 pm

Oyó la voz del británico susurrar algo, lo que hizo que alzara la cabeza en un santiamén, encontrándose con los ojos nuevamente cerrados de Arthur. Suspiró y se balanceó en su silla, cuidando no hacer algún ruido que molestase al inglés. Dejó caer cuidadosamente una rodaja de pera en el recipiente que descansaba sobre su regazo, sin perder de vista al británico. Apartó aquel recipiente con fruta fresca de sí misma y se levantó de la silla para agacharse y recoger el paño húmedo, frío, que se hinchaba con el agua. Lo estrujó con cuidado y se acercó a la cama. Parpadeó lentamente al secar con su pañuelo el sudor que humedecía el rostro del joven, para luego dejar en un movimiento cuidadoso el paño sobre la frente caliente del inglés. Realmente estaba preocupada por él, y por un momento había pensado que podría alimentarlo con aquella pera jugosa cuyo jugo aún resbalaba por su brazo. Volvió a su silla, dispuesta a dormir allí si es que el sueño le sobrevenía, y si eso no ocurría, se desvelaría en el cuidado del oji-verde.

- Si supieras cuánto costó traerte hasta la cama… - Suspiró la francesa, apoyándose en uno de los brazos de la silla con total tranquilidad, recordando ese momento de aquella manera. Cómo había tenido que dejarlo a su suerte durante los largos segundos en los que corrió en búsqueda de alguien que la ayudara a llevarlo a un lugar mejor. Su alegría al lograr hallar a aquel simpático domador que no se hizo de rogar para auxiliarla en la dura labor de trasladar a Arthur, y su satisfacción al tenerlo en cama de una vez, y poder cuidar de él de modo tan esmerado.

Miró con cierta ternura los trozos de pera, picados y pelados, aguardando a ser comidos, prometiendo su total dulzura a la causa. De veras quería ayudar a Arthur, y ese era el mejor modo en el que podía demostrar cuán preocupada por él estaba. Distraída, esperando alguna señal, se llevó un trozo de pera a los labios, lo mordió y lo saboreó. Tan dulce como era de esperarse.

(Continúa acá~)
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