Diario de Françoise Bonnefoy

La verdad es que no sé muy bien qué debería escribir en un diario de vida. Los pocos que he tenido han acabado siendo cuadernos de dibujo, pues lo de escribir a diario no se me da… Que digamos, muy bien. Simplemente me he hallado este cuaderno bajo la cama y lo he adoptado como mío, quitando en primer lugar las anteriores hojas a ésta, en las cuales podía leer cosas sin sentido, sin una historia muy interesante.

Para comenzar he de escribir una pequeña referencia en cuanto a mi persona se refiere… Aunque no creo que lo haga, pues estoy algo corta de ideas y no lo considero una necesidad. No me describo simplemente. Quizá parezca algo… Extraño, por así decirlo. Y claro que lo es. Viniendo de moi, algo como esto es extremadamente raro. Pero es que no me place escribir sobre mi vida pasada. Es un capítulo que dejé atrás y que no quiero volver a leer. Pero me centraré en el ahora. En cómo me siento exactamente en un lugar tan poco común como éste, las personas (el tipo de personas, especialmente) con las que me he topado en el circo, y mis experiencias como “la voz” de tan singular lugar. No prometo escribir a diario, ni tampoco una vez cada semana, o cada mes. Será algo más bien irregular. Escribiré cuando lo necesite.

Si debo comenzar con algo, es con algo que me inquieta. Desde que mi corazón ya no es tal, que una máquina lo reemplaza en su tarea, siento que el ritmo que tiene, el ritmo que estoy llevando gracias a él, no es el mío. Se lee muy extraño, lo sé, y es que así es. Cuando hago ciertas labores, como lavar, o limpiar, el tiempo que ocupo en estas simples actividades se me hace extremadamente corto. No sé si soy yo, o es verdad, pero estoy siendo mucho más eficiente, lo que en ciertas ocasiones me molesta, me hace todo un poco más difícil. Cuando canto, cuando corro, cuando siento aquellas sensaciones que tanto me gustan, a la vez siento que algo anda mal. Esta máquina corre demasiado rápido, y temo por mí misma. Últimamente no he salido a correr por el bosque cercano; no porque el clima no lo permita, sino por el temor que siento. ¿Será que no he sonreído? Lo he hecho, y con más fuerzas que al principio. Soy cobarde, eso lo tengo claro, pero… ¿Acaso han modificado su ritmo? Y si es así… ¿Por qué? Tengo miedo. Mis dedos tiemblan… No quiero que me toquen por temor a aquellos latidos mecánicos que se aceleran. Y entonces he caído en la cuenta de que incluso al temer, se acelera, y no sé qué hacer.

Françoise Bonnefoy siente cosas muy extrañas desde que entró al circo. Ni siquiera entiendo por qué escribí eso en tercera persona… Y tampoco quiero entenderlo. Lo único que sé es que ahora, junto a esta molestia de la aceleración de la máquina, apareció una pequeña luz, parpadeante, de esperanza. Un hombre, cuyo nombre es Arthur, me tiene encandilada… Es que tan sólo pienso en él, me embargan miles de sensaciones. Él es para mí como… Una luciérnaga. Sí, como una luciérnaga. ¿A qué se debe esa comparación? Claro. Explico: Aunque su luz es tenue, es suficiente como para alumbrar el camino estrecho del bosque durante la noche. Es mi esperanza, quizá la única que tengo y que tendré. Nunca antes había amado, y esta es la primera vez que lo hago. Por eso tengo dudas, tengo, nuevamente, miedo. ¿Qué puedo hacer si soy tan cobarde? Sé que le gusto, y él se preocupa por mí, pero mi experiencia me lleva a desconfiar en algunos momentos. ¿Y si me estuviera usando como una distracción, como un juguete durante un tiempo, y luego me desechará? ¿Y si es, en el fondo, como aquellos hombres que me maltrataron durante años? ¿Y qué tal si… me está mintiendo? Dieu, ya no quiero seguir escribiendo… Supongo que ahora necesito pensar, y quizá otro día escribiré otra página. Por ahora, ésta es la primera y única.